Aquiles y el ácrono

“Tu gloria y tu maldición caminan juntas de la mano”

Nueva poesía inédita y ensayo, cedida por Máximo Claudio autor del libro de poesías “Remembranzas, Sueños y Confesiones”. Le agradezco su gesto desinteresado.

Y como es costumbre en este blog, Salvador Acosta, amigo, alpinista y senderista nos premia con sus maravillosas fotografías obtenidas en sus incontables salidas por la zona del Teide en Tenerife, Islas Canarias.

Introducción

Soy consciente que los más grandes, los más extraordinarios cerebros, han desarrollado teorías ciertas sobre la materia y también sobre el Universo, confirmadas por observaciones y experimentos, de todo tipo, diseñados por esas mismas mentes prodigiosas. No extrañará que sienta un temor casi religioso en contarles un pensamiento que convive conmigo hace mucho tiempo. No obstante, con el atrevimiento que da la ignorancia, me propongo dar ese paso.

Debió ser al final del bachillerato cuando oí hablar por primera vez de las “tres paradojas más importantes de la antigüedad”. Si, aunque parezca mentira, en aquella época también se estudiaban cosas así. Cuando pienso, hoy en día, sobre ese tema, creo que nos presentaban tres de las cuatro ” paradojas del movimiento”, que han llegado hasta nosotros, ideadas por Zenón de Elea en defensa de las extrañas posiciones filosóficas de su maestro Parménides. Aunque cuatro, la paradoja de Aquiles y la tortuga, la paradoja de la dicotomía, la paradoja de la flecha, y la paradoja del estadio, en el fondo se trata del mismo razonamiento expresado con distintos argumentos. Las cuatro conducen, de manera inexorable, a la misma conclusión.

La paradoja de Aquiles y la tortuga, la más conocida de todas, nos explica cómo Aquiles, “el de los pies ligeros”, el atleta más rápido de su tiempo, jamás podría alcanzar a la lenta tortuga, si antes le hubiese dado alguna ventaja de espacio, razonándolo de la siguiente manera: cuando Aquiles, en su veloz carrera, alcanzara la posición de salida de la tortuga, esta ya habría recorrido un pequeño espacio. Para recorrer ese pequeño espacio Aquiles necesitaría un tiempo, por pequeño que fuera, durante el cual la tortuga ya se habría desplazado, de manera que cuando Aquiles llegara ya no la encontraría allí.

Por más que repitamos este razonamiento infinitas veces queda bien claro de que el veloz corredor jamás alcanzará a la lenta tortuga. Recuerdo haber pensado, en aquel momento, que esa paradoja ya estaba superada desde que de él filosofo Demócrito, casi coetáneo de Zenón, consideró que el espacio no era continuo, sino que estaba dividido en pequeñas partes, a las que llamó átomos, esto es, indivisibles. Bastante después leí que el concepto átomo era bastante más antiguo que Demócrito, pues ya lo manejaba la filosofía india cinco o seis siglos antes, y que uno de los motivos que les habían conducido a tan alto concepto era la poca filosófica contemplación de ver cómo, estando en reposo, se mezclaban agua y vino tinto.

A lo largo de la historia se ha meditado mucho sobre esta paradoja, desde considerar que qué no solo alcanza un resultado falso, sino que además la falacia está en el razonamiento de su presentación. Otros la han estudiado desde el punto de vista matemático basado en el cálculo infinitesimal arguyendo que la suma de infinitos términos puede tener un resultado finito. Hasta ha llegado a la física cuántica y se ha formulado un modelo teórico sobre el efecto cuántico de Zenón. Sin embargo un razonamiento elemental nos dice que si consideramos el tiempo como algo continuo que podemos dividir indefinidamente, deberíamos concluir que Aquiles, en su carrera, podrá estar infinitamente cerca de la tortuga, pero no la alcanzará jamás.

Siendo consciente que si los innumerables sabios que actualmente tratan sobre los misterios de la materia y del Universo no han tomado en consideración esta cuestión, me queda claro que deben tener razones más que suficientes para así hacerlo

Consciente también que, como en tantas ocasiones, “lo que parece obvio no es lo cierto”, aún así, me cuesta entender que no haya una corriente de pensamiento, por minoritaria que sea, que defienda la única solución que parece razonable y es considerar que, al igual que la materia no es continua sino que está formada por pequeños átomos, el tiempo debe ser también discontinuo y formado por indivisibles “cuantos” de tiempo. Para abreviar pasaré a llamar estos cuantos de tiempo, “ácronos”, cómo onomatopéyico tributo al átomo.

Así podríamos plantear el problema en los siguientes términos: Supongamos que la distancia, al inicio, entre Aquiles y la tortuga es de 1.000.000 de átomos, y que Aquiles recorre 100.000 átomos cada indivisible ácrono, mientras que la tortuga solo recorre 1.000 en ese mismo “cuanto” de tiempo. Aquiles solo tardará 10 ácronos en estar donde la tortuga inició la carrera, mientras esta, solo habría avanzado 10.000 átomos. En el ácrono siguiente Aquiles avanzaría otros 100.000, para un total de 1.100.000 átomos, mientras la tortuga solo habría avanzado, desde el inicio de la carrera, 11.000, que sumados al 1.000.000 que Aquiles le concedió de ventaja hacen 1.011.000, por lo que es evidente que Aquiles la habrá sobrepasado con suma facilidad.

Si concluimos que la paradoja de Zenón es acertada en el fondo además de correcta en su formulación, y queremos escoger las premisas verdaderas, deberíamos aceptar que si nada, en el extrañísimo universo en que vivimos, es continuo, sino que todo está formado por pequeños paquetes, léase, quarks, electrones, neutrinos, fotones…etc. deberíamos aceptar que también el tiempo es discontinúo, y formado por la sucesión de pequeños “momentos” indivisibles, a los que me he tomado la libertad de llamar ácronos.

Quizás la conclusión de este razonamiento, que no por elemental parece menos cierto, pueda servir para tener una imagen más clara, aunque sea aún más extraña, de este mundo que nos ha tocado en suerte.

Aquiles y el acrono

Magnifico Aquiles, hijo de Peleo
tu madre Tetis quiere, seas avisado
que a loca carrera te han desafiado
para que la aceptes, si ese es tu deseo

Como tú eres ,”el de los pies ligeros”
te ofrece un sabio, extraño pensador
contra una tortuga, locura de Zenón
deberás correr, en más que raro duelo

Puesto que dice, el desafiante autor
que no la alcanzarás, por más lo intentes
si le das ventaja que sea suficiente
no llegarás nunca al otro corredor

Emprende Aquiles su veloz carrera
y llega a la tortuga en un instante
más no la alcanza, está más adelante
deberá iniciar otra vez la prueba

No estará la tortuga, ya se habrá ido
cuando Aquiles llegue donde estaba antes
es un hecho inusual, desconcertante
por más que corrió, no le ha valido

Te pido Zeus, que estás en el Olimpo
que a mis deseos encuentres solución
tu sabes que quiero ser el vencedor
llegar a la tortuga, te suplico

Y decide Zeus en su meditación
¡ ya sé que haré para cumpla su intento!
como Dios, en “cuantos” partiré el tiempo
terminando, de una vez, esta cuestión

Al continuo Cronos, lo trocearé
formarán el tiempo, “ácronos” sumados
debo hacerlo por ser más acertado
para entienda el hombre, el mundo que ideé

El tiempo dividido es demostración
que todo el universo son pequeñas partes
juntarlas todas, divina obra de arte
¡misterio insondable, nos legó el creador!

 Máximo Claudio

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